A 50 años de la Nacionalización del Cobre
Quiero iniciar esta breve intervención, saludando por supuesto, a nuestro compañero Juan Ramón Godoy, quien ha asumido como Alcalde de Rancagua, después de 13 años en que este municipio estuvo en manos de la derecha. Con ello nos ha dado una gran alegría, y también valoramos que esto sea cuando nuestro país está iniciando procesos tan importantes, tal como sucedió hace 50 años con la Nacionalización del Cobre, llevada a cabo un 11 de julio de 1971, por el Gobierno del Presidente Salvador Allende Gossens.
También quiero saludar a todas y todos los trabajadores del cobre que hoy nos acompañan, a mi colega y compañero senador Juan Pablo Letelier, y especialmente a quienes han organizado y colaborado en realizar este importante encuentro, en Rancagua.
Al conmemorarse estas cinco décadas de la Nacionalización del Cobre, es bueno recordar que ella tuvo y seguirá teniendo un hondo significado político, histórico y económico para Chile. Estamos hablando de un hecho de tal envergadura que fue capaz de generar un consenso político inédito en la historia patria.
Todavía resuenan las palabras del Presidente Allende en la plaza de los Héroes de Rancagua, diciéndole a Chile y el mundo que: “Hoy es el día de la dignidad nacional y de la solidaridad. Es el día de la dignidad, porque Chile rompe con el pasado; se yergue con fe de futuro y empieza el camino definitivo de su independencia económica, que significa su plena independencia política”.
Ese día en que se nacionalizó la gran minería, marca un antes y un después en el desarrollo económico nacional, en la posibilidad cierta que un país en desarrollo pudiera hacerse cargo de políticas públicas destinadas a financiar obras de infraestructura nacional. Políticas para superar el déficit de viviendas para los sectores más carenciados; de cobertura en salud y redes asistenciales; para expandir la educación pública, y de todas aquellas políticas y programas que han permitido a Chile avanzar hacia un mejor presente y futuro.
El gran instrumento que Chile ha tenido a la mano para enfrentar esos desafíos y avanzar en el desarrollo y crecimiento nacional ha sido, sin duda alguna, CODELCO y sus trabajadores, que han sido artífices de la nacionalización y gestores de su futuro.
Hoy, el sector privado concentra cerca del 70% de la producción, mientras que el otro 30% está principalmente en manos de CODELCO. El cobre representa cerca de la mitad de las exportaciones de Chile; genera en torno al 10% del PIB, cifra que puede ampliarse al 15% si se considera el impacto que tiene en otros sectores asociados a su producción.
Gracias a este ingreso hemos podido disminuir drásticamente la pobreza, especialmente desde la impronta que tuvieran los gobiernos democráticos y pluralistas que, luego de la larga dictadura cívico-militar, supieron modernizar y superar la pobreza y la extrema pobreza de un país aislado y retrasado hasta ese entonces.
Hoy, sin embargo las últimas cifras de la Encuesta Casen nos han mostrado por primera, que después de 30 años se ha producido un quiebre en la baja sostenida en la pobreza por ingresos, que venía realizándose desde la recuperación de la democracia, en 1990, y surge nuevamente la necesidad de ver hacia la minería, y por cierto otras áreas de la producción, con ojos de futuro, pues el estado, y las y los chilenos requerimos modernizar nuestra legislación a fin de que las empresas que desarrollan sus operaciones en esta área, no solo lo hagan con pleno respeto al medioambiente y protección de nuestros recursos naturales, sino también que sean capaces de aportar, sobre todo en el mundo de los privados mucho más de lo que sucede hoy en día.
Por tanto, y ya con una política consolidada en materia de inversiones mineras, no podemos seguir temiendo al fantasma de la “huida de los capitales extranjeros”, sino más bien ser capaces de compatibilizar la realización de una minería sustentable, y una recaudación mucho mayor para el fisco proveniente de instrumentos tributarios que den cuenta de la economía de este siglo.
En días en los que nuestro país discute y elabora una nueva Constitución completamente democrática, no podemos seguir pensando en una política económica meramente extractivista de recursos naturales, en los que la propiedad está por sobre otros derechos tanto o más importantes, pero sobre todo en los que el capital y la propiedad deben tener una función social.
La discusión no es fácil, y vaya que ya hemos pagado algunos costos en ella, particularmente a la hora de establecer mayores exigencias medioambientales para la protección por ejemplo de nuestros glaciares, cuestión que hasta ahora no existe en nuestro país, aunque algunos no piensen lo mismo, pues estamos convencidos que la necesaria actividad productiva debe en primer lugar respetar y cuidar el territorio en el que se desarrolla.
No tenemos temor tampoco en señalar que debatir y eventualmente establecer un nuevo y mejor royalty a la minería es una gran oportunidad y obedece a criterios de justicia social, quien no entienda que los tiempos que vivimos no son los mismos en los que solo se establecían garantías y beneficios a la inversión, no está pensando en Chile, ni en criterios de redistribución de los ingresos, equidad y menos aún en que establecer un Royalty en un derecho de nuestro país.
En esta misma línea de ideas debemos de una vez entrar en la discusión sobre los subproductos del cobre, estamos entregado otros minerales que van en los concentrados y que hoy tienen precios significativos. Otros países ya se nos adelantaron en este negocio y nosotros no podemos quedarnos atrás Por tanto decimos que los recursos minerales, el cobre en primer lugar, y todos aquellos subproductos minerales que hoy no aprovechamos por estar incluidos en la exportación de concentrado, deberían ser la base de un proceso de reindustrialización de nuestro país, de manera de seguir siendo un actor de primera línea en el contexto mundial.
Por tanto y sin querer entrar en una cuestión que hoy debatimos con mucha fuerza en el parlamento, y en la que como parlamentarios tenemos una gran responsabilidad, insistimos que nuestro Chile está frente a una gran oportunidad de escribir su presente y futuro en una nueva carta fundamental que avance hacia terminar con el modelo neoliberal que hoy tanta desigualdad causa a las y los chilenos.
No puedo dejar de mencionar que el año 2016 se instituyó en Chile el “Día de la Dignidad Nacional” en conmemoración a la fecha que permitió la nacionalización de la gran minería del cobre, del día que todas las fuerzas políticas del Congreso de aquella época, en forma unánime permitieron ese relevante proceso. E igualmente, cuando hicimos esta propuesta, junto al Senador Juan Pablo Letelier, también obtuvimos una votación transversal para aprobarlo, y hoy es Ley de la República.
Antes de concluir este saludo, quiero recordar a nuestro compañero y amigo, Héctor Olivares, el querido “Negro” Olivares, quien fue presidente del Sindicato Industrial Sewell y Minas de la Braden Cooper, vicepresidente y presidente en la Confederación de Trabajadores del Cobre en tres ocasiones, y asimismo, el representante de los trabajadores en el Consejo del Departamento del Cobre, en la OIT y en el Congreso de Federación Interamericana de Trabajadores Mineros. Compañero socialista y por razones políticas, preso en la Isla Dawson, exiliado en Venezuela, y al regreso de la democracia, Diputado por Rancagua. Figuras como él nos enorgullecen y representan lo mejor de nuestros trabajadores de la minería.
Finalmente, quiero compartir una última reflexión que nos entregara el Presidente Allende en 1971, y que hoy está plenamente vigente, pensando justamente en lo que tenemos que enfrentar para el siglo XXI: “Seremos nosotros los dueños de nuestro propio futuro, soberanos de verdad de nuestro destino. Lo que se haga en el cobre dependerá de nosotros, de nuestra capacidad, de nuestro esfuerzo, de nuestra entrega sacrificada a hacer que el cobre se siembre en Chile para el progreso de la patria”.
Muchas gracias.